miércoles, 2 de diciembre de 2009

Entre el Capítulo I y II: Noche de niebla - Narrado por Peng Khao.

Aquí está la crónica de la partida que ocurrió entre el Capítulo I y el Capítulo II. Narrado desde el punto de vista de Peng Khao. Estupenda crónica, estupenda...

Tras el precipitado retorno a la morada de Magus Irrelevantus, estos nuevos compañeros de aventuras y yo comprendimos que habíamos dejado atrás gran cantidad de información, posibles pistas y, sobre todo, al décimo puño negro.

Sólo Vance Covak y yo teníamos el ánimo y la energía para volver esa misma noche al templo en el que casi habíamos perdido la vida. Después de todo, ambos somos almas nocturnas y nos movemos más agusto arropados por las sombras. Los demás, aún presas de la impresión, preocupados por su salud o por el estado de sus casas, optaron tras una breve conversación por tomarse esa noche con más calma, momento en el que con una sutil comparativa entre la dureza de la rama y la delicadeza de la flor, aclaré a Daenerys algunos aspectos de mi personalidad. No deja de intrigarme el enorme parecido que guarda esa chica con su madre, que hasta donde yo recuerdo de cuando coincidí con ella, era exactamente igual.

Aunque iniciamos el camino juntos, mi viejo amigo Vance pronto desapareció en una densa niebla que el viento dispersó. Acostumbrado a éstos caprichos de mi amigo Vance, opté por seguir mi camino hasta que un perro de gran tamaño y presencia me sorprendió en el camino. Encontré este un buen momento para calentar las piernas, por si acaso más adelante fuese necesario correr. No obstante, tras la primera impresión, mi enorme coraje y arrojo me permitió mirar cara a cara al poco agraciado tuso y comprender que no había porqué preocuparse... aunque se empeñaba en que lo siguiese, y aunque mi profunda intuición me decía que era uno de los amigos de Vance, opté por seguir mi camino con la esperanza de encontrarlo a él en el templo.

Pronto mi cánido compañero se adelantó a mi paso y entró en el templo ante mi. Cuando bajé al sótano en el que habíamos tenido esa lucha, la escasa luz que allí se apreciaba me permitió comprobar que no quedaba ni rastro del festival que allí habíamos armado apenas una hora antes. Buscando inteligentemente en la pared que había visto manipular a uno de los puños negros, mi audacia me permitió encontrar un mecanismo que abría una puerta secreta que el pobre can se empeñaba en derribar a golpes. Siempre fue superior la inteligencia de un intrépido Ca....ballero que la de un torpe animal de cuatro patas.

Descendiendo por unas escaleras llegué, siempre precedido por ese bicho diabólico que, a pesar de su aspecto, no había producido ningun pavor en mi ánimo, a un anfiteatro en el exterior del templo en el que una figura sentada parecía esperarnos. No se muy bien en qué momento Vance apareció allí, pero con su acostumbrada falta de elegancia ¡y no es que quiera criticarlo, faltaría más! no pudo hacer otra cosa que dedicarse a lanzarle piedras mientras yo intentaba, con la picardía propia de un hombre experimentado, sacarle algo de información con un poco de verborrea de esa que, sin ser pretencioso, se me da muy bien.

No pude averiguar mucho, salvo que bajo el nombre de Tomas decía ser el asesino de la madre de la joven Daenerys (¡quizás, pensé, pueda canjear esa información por un rato en esa habitación de la que tanto hablan!) y tenía pinta de ser uno de éstas criaturas que prefieres no cruzarte. No me extrañé de que conociese las mismas técnicas que Vance, porque ambos se fundieron de pronto en una nube de densa niebla que se filtró por el suelo, dejándome a mi con un enemigo más de carne y hueso. Tras usar mi habitual técnica consistente en cansarlo corriendo tras de mi (por suerte ya había calentado antes las piernas), tuve que hacer uso de mis afiladas compañeras de viaje para darle una buena lección. Cuando iba a rematarlo, mi buen amigo Vance, con toda su buena intención, lo atrapó entre sus garras impidiéndome atacarle limpiamente. Aprovechando que la intensidad de mis ataques había disminuido para evitar herir a Vance, el bicho optó por convertirse también en niebla y me dejó con ganas de matarlo.

Como no somos muy amigos de las multitudes, Vance y yo decidimos salir de allí a toda prisa, justo a tiempo de evitar a los primeros curiosos que habían oído el jaleo.

Camino a casa me encontré con una floristería y pensé que nunca es mal momento para agasajar a una mujer de la que se espera un favor, así que intenté colarme. Mi gran conocimiento de trampas, artefactos, alarmas y demás ingenios, me previno de entrar en el lugar, así que, viendo un parque cercano plagado de rosas, opté por pasearme en busca de la más bella de ellas, que sin duda me canjearía una noche en la habitación de plata de la casa Flor Novo.

Cuando salía del parque comprobé como Vance salía de la misma floristería que yo había desechado antes, con aire contento, portando una flor blanca que no era fea, pero nada comparado con la belleza de mi rosa. Opté en palacio por un jarrón sencillo, de barro. Dejé atrás mi disfráz y, vistiendo mis ropajes de Capitán, me dirigí entre las sombras a la casa Flor Novo, donde entregué al vigilante mi regalo junto con una nota bajo la firma de Capitán W. C... después de todo, dos candidatos siempre tienen más posibilidades que uno de conseguir lo que quieren.

Me fui a la cama a dormir como un niño (la última vez que dormí tan bien las olas mecían al Tucán Negro y el crujir de sus tablas era una nana para mis oídos) sin saber las sorpresas que traería el día siguiente... y entre ellas, sobre todo... ¡¡¡ PÓLVORA !!!. Pero eso es algo que corresponde a otro relato, y que alguien debe contar en mi lugar.

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